“Instruye al niño en su camino y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.” Proverbios 22:6, versión NVI online.

Como docente, siempre me pregunté cuál sería la mejor estrategia para captar el interés de mis estudiantes en el logro de sus aprendizajes. Y a lo largo de los años fui observando en ellos una respuesta positiva frente a nuevos conocimientos, solo cuando sentían y observaban que su docente manifestaba interés genuino en el bienestar de cada uno de ellos, en el deseo real de que aprendieran y que alcancen los objetivos planteados en las asignaturas.

Es cierto que, en variadas oportunidades, docentes sobrepasados por las exigencias de su propia labor, enfrentados a un curso de 20, 30 o 40 estudiantes llenos de vida, inquietos, algunos distraídos y los menos poniendo atención, sobreactúan siendo reactivos, corrigiendo y procurando instalar educación, enseñanzas y aprendizajes, pero sin conectar con ellos. Y justamente la temática de esta reflexión aborda la importancia que tiene la conexión antes que la corrección, la cual genera instancias apropiadas para el logro de los aprendizajes como objetivo central.

Los docentes, como mediadores entre los estudiantes y los nuevos conocimientos a lo largo de su vida, enfrentamos un desafío constante que implica aunar criterios, considerar diversidad de contextos de nuestros estudiantes, costumbres, cultura, familias, habilidades y un sinfín de factores que inciden en la formación del ser humano. Y vale destacar que, desde el origen de la vida, el hombre tiene la necesidad de pertenecer, de formar parte de algo, de sentirse apreciado, comprendido y amado.

Me parece interesante mencionar a Rudolf Dreikurs, psiquiatra y educador austriaco, quien se enfocó en desarrollar la psicología individual, elaborando métodos pragmáticos orientados a comprender las conductas en niños y niñas, considerando la importancia de estimular conductas cooperativas sin usar castigos ni recompensas. Dreikurs planteó la teoría del iceberg del comportamiento, donde sugiere que las conductas que llamamos negativas y que entorpecen nuestra labor en el aula, provienen de un sentimiento de carencias, en relación a la pertenencia que el niño tiene de su propio núcleo social.

Entonces, lo único que alcanzamos a visualizar en el comportamiento de los estudiantes, es solo la punta de ese iceberg. De ahí la importancia de conectar con los estudiantes; ya que para lograr los objetivos educativos, en primer lugar, necesitamos descifrar el código de conducta de ellos, más que actuar sobre la conducta en sí misma.

Cuando el estudiante no colabora en clase y manifiesta un “mal comportamiento”, probablemente lo que nos está comunicando es mucho más que lo que vemos, y finalmente está buscando sentirse parte, sentirse querido.

Esto me hace pensar en el divino Maestro, quien tiene una sabiduría y psicología perfecta para darnos el valor como alumnos. Todos necesitamos prestar más atención a sus enseñanzas, porque son de vida y para vida eterna. Como docentes, la invitación queda abierta, para dar más atención a nuestros estudiantes, conectar con ellos y manifestar un interés real en sus jóvenes vidas.